"Una lechera llevaba en la cabeza un cubo de leche recién ordeñada y caminaba hacia su casa soñando despierta. -Como esta leche es muy buena -pensaba-, dará mucha nata. Batiré muy bien la nata hasta que se convierta en una mantequilla blanca y sabrosa, que me PAGARÁN muy bien en el mercado. Con el dinero, me compraré un canasto de huevos y, en cuatro días, tendré la granja llena de pollitos, que se pasarán el verano piando en el corral. Cuando empiecen a crecer, los venderé a buen precio, y con el dinero que saque me compraré un vestido nuevo de color verde, con tiras bordadas y un gran lazo en la cintura. Cuando lo vean, todas las chicas del pueblo se morirán de envidia. Me lo pondré el día de la fiesta mayor, y seguro que el hijo del molinero querrá bailar conmigo al verme tan guapa. Pero no voy a decirle que sí de buenas a primeras. Esperaré a que me lo pida varias veces y, al principio, le diré que no con la cabeza. Eso es, le diré que no: ¡así! La lechera comenzó a menear la cabeza para decir que no, y entonces el cubo de leche cayó al suelo, y la tierra se tiñó de blanco. Así que la lechera se quedó sin nada: sin vestido, sin pollitos, sin huevos, sin mantequilla, sin nata y, sobre todo, sin leche: sin la blanca leche que le había incitado a soñar."ESOPO.
ESTA fábula parece mostrarnos que no merece la pena soñar porque lo único que conseguiremos será dar al traste con lo poco que tenemos.
Pero, ¿y si la lechera del CUENTO hubiese contado con esas habilidades y características que ha de tener un emprendedor que hemos visto en clase? ¿podría reescribirse el cuento?
Yo creo que sí. Y ese será vuestro TRABAJO: reescribir esta historia, en la que la lechera se convierte en una auténtica emprendedora y en la que, seguro, el final es muy diferente.
NOTA: el ejercicio está inspirado en un post de José Sande que publicó en su imprescindible blogCompartiendo Conocimiento.
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